El jardín en la residencia lo es todo. Los tilos nos acompañan durante todo el año. En invierno nos dan cobijo, en verano nos resguardan del calor. Hay días que por las inclemencias del tiempo sólo podemos contemplarlo por los ventanales, o acceder a él desde la sala polivalente, donde Cristina imparte sus sesiones de fisoterapia y Sophie las de gimnasia. Estos días echamos de menos las caminatas por el circuito que tenemos montado a modo de laberinto. Bueno, laberinto es un decir, nadie se nos ha perdido en lo que llevamos de historia. Lo que sí, es que llegado el atardecer, de vez en cuando hay quien se queda rezagado en algún rincón y tenemos que convencerle para subir a cenar al comedor que también tiene vistas al cielo de Barcelona.
El jardín de la residencia es un oasis para la tercera edad (y todas las demás) en Barcelona
Pero es durante los meses de mayo y junio cuando llega todo el esplendor en el jardín de la residencia. No tienen nada que envidiar a los parques de Horta. Todo florece, el césped reluce, los tilos desprenden su aroma. Nadie podría sospechar en su paseo por el barrio de Horta que en la calle Mestre Dalmau hay un gran jardín escondido detrás de una residencia para la tercera edad, si no fuera por el olor persistente de la flor del tilo.
Allí, en ese jardín escondido, el trajín es frenético. Hay que plantar las semillas para dar con una buena cosecha de lechugas, tomates y calabacines en verano. Casi todos somos responsables de una parte del huerto. Hay quien se ocupa de plantar los calabacines, hay quien tinene que regar. Aunque no todos podemos participar del mantenimiento del huerto, todos sin excepción vamos a disfrutar de su cosecha, incluso los que no pueden bajar al jardín a pasear porque su estado físico se lo impide.